Llegamos al matrimonio pensando que al comenzar esta nueva vida todo lo anterior ya no nos afectaría. Pensábamos que si ignorábamos la condición de nuestro corazón, se arreglaría por sí mismo con el tiempo. Al fin y al cabo, nuestro pecado era solamente entre Dios y nosotros. Estábamos muy involucrados en nuestra iglesia y pensábamos que entre más ocupados con el ministerio y actividades "cristianas" seriamos mejores cristianos. Pensábamos que esto nos hacía ver como "buenas" personas y que así ganábamos el favor de Dios.
Escondíamos el hecho que muchas veces había algo que no nos dejaba conectar como pareja, que el control y el temor, en vez de la fe, dominaban nuestro hogar. Entre más tratábamos de aparentar, más frustrante, caótico y triste nos encontrábamos en lo secreto. Pero al estar rodeados de otras personas, mostrábamos una máscara de hipocresía.
Después de quince años de vivir así, Dios, en su misericordia nos confrontó con nuestra realidad. La realidad de que lo necesitábamos a Él como Señor y Salvador. La realidad que necesitábamos su perdón, gracia y misericordia. Dios utilizó el "Ministerio WIT (Lo Que Sea Necesario)" para enseñarnos como vivir la vida de libertad que Cristo ofrece a través de su sacrificio. Por ello, ahora podíamos vernos cara a cara, ser cien por ciento honestos el uno con el otro y confesarnos mutuamente, y a Dios nuestra hipocresía, lascivia, mentiras, orgullo y egoísmo.
Es por Cristo que fuimos capaces de concedernos perdón y misericordia. Es por Él que fuimos capaces de entender y experimentar la realidad de la libertad del poder del pecado, que no teníamos que escondernos, ni fingir, ni ser esclavos de la vergüenza y la culpabilidad. Ha sido Cristo a través de su verdad que ha restaurado nuestra relación con el Padre y nos dio un matrimonio lleno de amor, gozo y paz.